¿Te imaginas poder tomar un refresco en tu excursión a la montaña que se conserve como recién sacado del frigorífico? Eso sin tener que llevar la nevera portátil a cuestas… Pues ¡ya existe! Se llama “Chill-Can”, una lata de bebida con un sistema interno de autoenfriado patentado por la americana The Joseph Company International, tras años de investigación. Esta es solo una de las posibilidades que ofrece la innovación en envases activos, una tendencia en alza que permite alargar la vida útil de los productos.
Aún queda mucho por investigar, pero son numerosas las empresas que han comenzado a experimentar con este tipo de tecnología. Gracias a ella, se puede mejorar la conservación de los productos durante más tiempo, garantizando su salubridad y seguridad alimentaria.
¿Qué son los envases activos?
TheCircularCampus (el centro de conocimiento de Ecoembes para las empresas en materia de economía circular y envases) los define como un tipo específico de packaging “que incorpora al envase algún elemento secundario, normalmente una sustancia o un componente activo, para que al interactuar con el alimento tenga un efecto beneficioso sobre el mismo”.
De este modo, la concepción que hasta ahora teníamos del envase como un mero contenedor pasivo pasa a un segundo plano, ya que desde este momento desempeña un papel crucial en la preservación de la apariencia física y las propiedades nutricionales de los alimentos.
¿Qué tipos de envases activos existen?
Aimplas (Instituto Tecnológico del Plástico) establece una división según el mecanismo utilizado para ampliar la conservación de los alimentos. Así, se distinguirían, por un lado, aquellos componentes activos que se insertan en el interior del envase junto al producto y que liberan las sustancias desde un sobre, una etiqueta o una bolsita. Y, por otro, aquellos componentes que están integrados en el propio material del envase en forma de aditivo.
La investigación se centra fundamentalmente en este último y ha conseguido desarrollar:
- Envases absorbentes: neutralizan sustancias que puedan afectar al producto dando lugar a su deterioro y descomposición. Por ejemplo, algunos están preparados con tratamientos antihumedad y eliminan el agua que destilan algunos productos frescos. O también los hay que absorben el oxígeno, que oxida los alimentos, o eliminan olores que puedan resultar desagradables.
- Envases emisores: liberan sustancias que favorecen la conservación de los alimentos, como enzimas, antioxidantes o antimicrobianos.
- Los reguladores de temperatura, por su parte, son capaces de reducir o aumentar la temperatura en el interior de forma autónoma, de modo que ese producto pueda ser consumido en cualquier momento y lugar.
Algunos ejemplos de envases activos
The Right Cup es un vaso diseñado para liberar aroma natural de fruta que, combinado con tecnología patentada para potenciar el sabor dulce, genera en el cerebro la impresión de estar bebiendo un zumo o líquido con sabor a fruta. Pero solo es agua.
Un ejemplo de envase autocalentable lo encontramos en Fast Drinks y su gama de productos 2GO. Ya en 2009, esta empresa vallisoletana había diseñado una lata con tres departamentos: uno para la bebida, otro para sales de calcio y otro para agua. El dispositivo se acciona mediante una solapa en la parte inferior. En este momento se liberan las sales de calco que, al reaccionar químicamente con el agua, elevan la temperatura en tan solo 3 minutos. Este calor puede conservarse durante otros 20. Una solución que inicialmente se planteó para el café, pero que cuenta con sendas versiones en té al limón, bebida de chocolate y consomé.
También ITENE, a través del proyecto Fruit4U, financiado por el Instituto Valenciano de Competitividad Empresarial (IVACE) con fondos FEDER, ha conseguido crear envases que alargan la vida útil de la fruta. En este caso se usan compuestos volátiles para frenar la contaminación microbiológica provocada por hongos y levaduras. Una solución que fundamentalmente se aplica en frutos rojos y fruta cortada.
Desperdicio alimentario y economía circular
Los envases activos constituyen una apuesta segura de futuro no solo porque permiten mejorar la conservación de los alimentos, sino porque contribuyen a reducir el desperdicio alimentario, una auténtica piedra angular de las estrategias y políticas sobre economía circular. Al mantenerse frescos más tiempo, conservan un aspecto atractivo y agradable para los clientes, ampliando sus posibilidades y plazos de consumo y evitando que acaben en la basura alimentos en buen estado.
Pero esto no es del todo nuevo. Disponemos de referentes cercanos con los que llevamos tiempo conviviendo que aprovechan las propiedades de los materiales o el diseño en beneficio del producto. Así, por ejemplo, según expone el centro tecnológico Aiitip, un simple botijo que mantiene fresca el agua mediante una evaporación controlada del producto sería un envase activo. O los tupper-wares que metemos al microondas y que llevan una válvula para regular la cocción de los alimentos también podrían considerarse activos.
Ahora, gracias a los avances en el campo de la física y la nanotecnología y al progreso en innovación tecnológica podemos desarrollar con mayor grado de detalle y precisión estas ideas y evolucionar los envases hacia nuevas metas que los hagan más prácticos, más cómodos y medioambientalmente responsables.